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sábado, abril 20, 2024

Causa dolor profundo la muerte de Jimmy Sierra, el Teórico de siempre

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SANTO DOMINGO.Jimmy Sierra era un portento intelectual. Y cosa rara, los intelectuales suelen tener un dejo yoísta que los conduce a vivir ensimismados y lejanos de toda realidad que ellos consideren no está a sus niveles, según propia apreciación. Jimmy, el Teórico, era la negación de todo eso, era el amigo de todos. Dígase literalmente: qué ser humano tan completo.

Pero, como a todos en este mundo, le llegó el momento de partir. Y lo hizo como vivió. Desposeído de toda maldad, de todo rencor. Colaborando con todos a su alrededor. Vivió creyendo y creando en sus propios libros y en los libros de otro. Pero hasta de sus libros se deshizo para que otros los consumieran, tal vez, como él los consumía.

El eco de la información sobre el fallecimiento de Jimmy, se regó como un hilo de pólvora encendida. Hizo estruendo. Y las redes sociales prescindieron de toda información que no lo citara en sus afectos.

Era el poeta. El cuentista de los niños, por excelencia. Llegó a los medios de comunicación como una tromba, desde muy jovencito. Y se asentó en todos los géneros, en todas las vertientes, como un verdadero maestro.

El Derecho lo llevó a incursionar con énfasis inicial en la defensa de los derechos humanos. Y mantuvo ese ímpetu hasta sus últimos días, no como abogado, sino como un todo, con toda su alma entera.

Jimmy, fabricante y sostenedor de tertulias entre intelectuales con las más diversas contexturas teóricas. Como lo era él mismo. Un teórico con conocimientos profundos de cada ciclo de la historia universal.

En la historia nacional contemporánea, no era sólo un narrador a profundidad, sino un testigo protagónico del más diverso intríngulis.

Cuando se paseó por los cuatro puntos cardinales de la geografía nacional exponiendo el contenido y la sustancia teórica de su última novela, cosa que dejó inconclusa, recogió la historia, dígase con pausa profunda, recogió la historia del dios Olivorio Mateo, y nos convenció de que este guerrillero asesinado durante la primera intervención norteamericana, no era brujo na’. Era Gatagas, el tíguere barrial de Ciudad Nueva. Pero Olivorio era más que Palmasola, era brujo y era un dios montonero a quien los creyentes de Dios llegaron a aborrecer. Porque así son las religiones. “Idolatría” fue su gran novela. La novela de los múltiples géneros que este teórico nuestro hacía transitar por los espacios siderales más desconocidos. Alguien la deberá incluir en la historia de la literatura nacional como la gran novela contemporánea.

“Idolatría” no es la novela que como se dice muchas veces de otros autores, elevó a Jimmy a los altares, lo consagró. No. Jimmy, nuestro Jimmy, el amigo bueno y sustancialmente humano, fue consagrado por toda su obra de mortal realizado en todo su contenido.

Cuando a Jimmy el amigo lo asaltaba, y el amigo era yo, refiriéndome a la madre de una de mis hijas queridas, con expresiones como “el amor de mi vida…”, “mi Princesa y única razón de existir de mi ser”, Jimmy abrazaba al amigo, y con el amigo se consumía en una emoción existencial. Y también, materialmente, asistencial y de colaboración hasta más no poder.

Jimmy lloró hace unos meses la muerte de su propia Princesa y esparció sus cenizas al mar, llevando su dolor hasta la ilusoria isla que construyó para su propia descendencia.

¿Cómo volver a la tertulia de Ikea, cómo volver a la tertulia de Güibia, en el Club Universitario? ¿Cómo iniciar sin Jimmy la tertulia en su último espacio sideral de la plataforma digital con que nos asaltó al ritmo de los tiempos?

Ya no habrá más Jimmy con dolencias respiratorias, ni cánceres clandestinos. Se fue, como todos nos iremos. Pero, ¿quiénes de sus sobrevivientes podremos rezar y testimoniar en su memoria, como lo podrá hacer él: la teoría vivirá siempre, ¿Jimmy?

 

 

 

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