En estos últimos días, previo al inicio de clases, se puso en el tapete el tema de la docencia en dos vertientes: presencial o virtual. La Asociación Dominicana de Profesores (ADP) favoreció y casi exigió al gobierno mantener a los alumnos en sus casas como mínimo por dos semanas más, mientras que otro sector, incluido la organización internacional Visión Mundial, abogaron por la presencial.
El virus del COVID/19 lo tenemos entre nosotros desde principio de 2020, situación que se complicó y llevó al confinamiento no solo a los estudiantes, sino a todos los habitantes del país. En ese momento se tenía poca información sobre el comportamiento de la enfermedad.
En este trajín llevamos ya dos años y será el problema de nunca acabar, porque virus que llegan, virus que se quedan entre nosotros. Es por lo que, no creo atinada la decisión tomada por los adepeístas ni por aquellos que lo secundan de mantener fuera de las aulas a cientos de miles de niños y jóvenes que, por el contrario, deben apresurarse en recibir una enseñanza de calidad.
Con esto no quiero decir que la enseñanza virtual no ofrezca resultados buenos para el aprendizaje, sino que las condiciones mínimas para lograrlo, no la tenemos, lamentablemente. Y la culpa no es solo de los gobiernos que hemos tenido, sino también de muchos padres que pecan de irresponsables y juegan con la enseñanza de sus hijos.
Todos sabemos que el COVID-19 se transmite en cualquier escenario, y mucho más en la mayoría de los barrios donde niños y jóvenes no guardan distanciamiento social, ni cumplen con los protocolos de salud e higiene. ¿Entonces, por qué querer mantener alejados de las aulas a ese conglomerado tan importante para el futuro de una sociedad sana? ¿A razón de qué?
La educación es el pilar número uno para que los pueblos se desarrollen y echen «pa lante». El Ministerio de Educación actuó con responsabilidad en hacer caso omiso a los gremialistas, porque si seguimos poniendo trabas, nos quedaremos en el atraso para siempre…
