SANTO DOMINGO- La Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) conmemoró este martes 29 de junio el 137 aniversario del natalicio de Pedro Henríquez Ureña, el más excelso de los intelectuales dominicanos y una de las voces más altas de las letras hispánicas.
El director de la Escuela de Letras, doctor Gerardo Roa Ogando, a manera de rendir tributo a un maestro cuya dimensión lo coloca como un pensador que profundizó en el estudio de la cultura universal, describe modo resumen, la biografía de un hombre al cual también le adornaba la virtud de la sencillez y la humildad.
En efecto, a continuación se coloca íntegro el texto mediante el cual la Escuela de Letras de la UASD recuerda este 29 de junio con orgullo, a Pedro Henríquez Ureña:
Queridos profesores:
Un día como hoy, 29 de junio de 1884, nació en la ciudad de Santo Domingo el más universal de los humanistas dominicanos y una de las voces más altas de las letras hispánicas.
El acervo cultural de nuestro Pedro Henríquez Ureña no sólo reluce por el hecho de haber nacido y haber sido criado en el centro de una familia de intelectuales.
Su vocación por las humanidades y el amor al conocimiento, siendo un hombre de carne y hueso, lo hizo decantar por el estudio profundo del pensamiento de la cultura universal para, tomándola como fundamento gnoseológico, hurgar en las obras y acciones que han resultado del pensamiento libertario de los ciudadanos hispanoamericanos; propugnando con su pluma la libertad del pensamiento, libertad literaria y libertad de la expresión, respecto al imperio cultural y lingüístico europeo, como bien queda claro en: “Seis ensayos en busca de nuestra expresión”.
Y es que leer las obras del pensador dominicano más importante de toda la historia letrada remite al universo sapiente; al orbe que expresa el conocimiento histórico que la especie humana ha producido.
No es por nada que el más importante escritor argentino, Jorge Luis Borges, opinara sobre él que, al escucharlo, percibía que se lo había leído todo; sin embargo, observaba al mismo tiempo cómo su carácter humilde y modesto nunca lo llevó a presumir ni a emplear sus altas competencias intelectuales para amedrentar a sus contertulianos.
Asimismo, Ernesto Sábato, quien fuera alumno de Pedro Henríquez Ureña, testimonia la capacidad de su maestro de conjugar el saber científico y literario con la conducta racional humana.
Enseñaba la unidad del español, viendo en todas sus variedades riquezas, las cuales consideraba susceptibles de estudios rigurosos que relucirían en la configuración del fenotipo de los pueblos hispanoamericanos y que, sobre todo, destacarían la dignidad de los hablantes, lejanos a la metrópolis española.
El haber vivido en Cuba, México, España, Estados Unidos y Argentina, amén del haber asumido el oficio de leer y de docente como modus vivendi, sin abandonar su función de esposo, padre y amigo, lo convirtió, no solo en el humanista que introdujo a la República Dominicana el cambio de paradigma de la lingüística especulativa a la lingüística científica, sino en un pensador profundo en las ideas y sencillo en la convivencia humana, probablemente porque vivió convencido de que el activo más importante de todas las humanidades lo constituye precisamente el activo humano. No obstante, ese activo, si estuviese desprovisto de humanidad y de compromiso social, no sería de mucho para la estabilidad de los pueblos._
Hoy por hoy, Pedro Henríquez Ureña no debe ser un objeto de mera alabanza e idolátrica mimética. El que lo recordemos como el más grande maestro dominicano, justamente en el día de su nacimiento, dependerá de la certeza con la que logremos aproximarnos a la sublimidad de su exquisita creación y comportamiento humano, emulándolo para la preservación de las presentes y futuras genchrome://bookmarks/eraciones.
