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sábado, abril 20, 2024

¿Cuántas cosas ignoran los dominicanos sobre Haití?

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La respuesta a esa pregunta podría ser: muchas cosas. O tal vez, mejor: todo.

El peligro de Haití estaría, ahí. Se conoce muy poco, o nada, sobre los haitianos. Y eso es muy peligroso y hace mucho daño a los haitianos y a sus vecinos, los dominicanos. Como hace mucho daño a todo el mundo. Porque la ignorancia es peligrosa en todos los órdenes.

“La ignorancia sobre la historia de Haití es inclusive notoria en su país vecino. Cuando visitamos República Dominicana nos llamó la atención la falta de conocimiento e información que había acerca de Haití, observación que luego encontramos ratificada por un escritor de Santo Domingo: “Es doloroso tener que admitirlo, pero aquí se conoce la historia de cualquier nación europea o latinoamericana, más que la haitiana”. Así lo decía Américo Lugo en su “Historia de Santo Domingo. Edad media de la Isla Española. Desde 1566 hasta 1608”.

El profesor Franklin J. Franco al prologar el libro de José Luciano Franco, “Historia de la Revolución de Haití”, en 1971, testimonió: “A pesar de que comparte una misma isla, Santo Domingo y Haití, hasta hoy, son dos pueblos distanciados. Entre otras, hay dos razones que explican este extraño fenómeno: los esfuerzos de la intelectualidad “españolizante” y reaccionaria que ha tenido en sus manos en nuestro país la posibilidad de la investigación histórica, y en inocente complicidad con ellos, el propio intrincado proceso de formación de ambos pueblos”.

Haití mismo ha sido considerado un “cementerio de proyectos” de tantos estudios que se han realizado, dicen que para ayudar a ese país a enfrentar y solucionar su histórica situación. Pero el resultado de esos estudios y proyectos siguen, ahí. Sólo en los últimos treinta años. Por ahí han pasado e invertido miles de millones de dólares CEPAL, Banco Mundial, BID, FMI, OCDE, Unión Europea, sistema de las Naciones Unidas, OEA, OPAS, CARICOM, sólo para acumular millares de papeles para el olvido y la imposibilidad. Haití se ha convertido, también, en un semillero de ONGS. El Departamento de Estado Norteamericano y Canadá disponen de escritorios exclusivos, dicen ellos, para dedicar esos recursos humanos y financieros a solucionar lo de Haití. Nadie hace caso.

El misterio sobre todo esto parece refugiarse en algo insólito. Pese a todos los recursos y esfuerzos en tiempo y fuerza humana dedicada a ayudar Haití, todos siguen ignorando lo principal. El poder de solución en Haití reside en su masa anónima, los campesinos dueños de su propia cultura histórica. No son los grupos de poder los que tienen la solución para Haití.

Algo muy curioso que ocurre con los dominicanos de frente al problema haitiano es nuestra crasa ignorancia sobre todo lo que han sido, son, y el significado de esos dignos vecinos. Y seguimos siendo ignorantes sobre Haití, a pesar de estar conviviendo y su sobreviviente condición de esclavos, en todas las áreas de producción, en todas las fábricas, en todos los campos, y en todo punto donde se mezcla cemento y arena, y se siembran bloques para levantar paredes y techos. En todos los callejones olemos el sudor de los haitianos.

Son tan peligrosos que no les alcanza el tiempo, a los haitianos nuestros, para otra cosa que no sea para buscar el sustento propio, enviar algunas remesas hacia el otro lado de la frontera donde quedaron los relegados amigos, parientes, a un mayor olvido.

Ignoran al pueblo haitiano quienes dicen buscan la solución de sus problemas. No son los grupos políticos, ni las élites blancas y mulatas las que resolverán esa crisis que estalla todos los días a la vista de todos. Y no encontrarán, tampoco una solución, quienes quieren imponer en Haití una religión que ellos nunca han conocido: la llamada democracia. Porque la religión que aceptan los haitianos, por la que viven y mueren no se llama democracia representativa. Se llama vudú, se llama abandono, se llama explotación.  Y de eso hay que hablar aparte, porque ahí sí que hay material.

Ese concepto de ayuda a Haití está siendo trasladado a suelo dominicano. Los virtuosos misioneros de esa religión llamada democracia quieren convencer a los dominicanos para sigamos ignorando a Haití. Y eso es imposible. Históricamente imposible. El pueblo haitiano y el pueblo dominicano son dos pueblos que tienen que conocerse para entenderse más de lo que ya se entienden.

Los misioneros de la religión de la democracia andan equivocados.

La paradoja del triunfo de la Revolución Haitiana, pero el absoluto fracaso en constituirse como un Estado próspero. Extraña, pero conocida historia de la nación haitiana y su “difícil presente”. Son patentes los fracasos para estabilizar o “normalizar” a Haití en estos últimos 25 años.

Haití pasa a ser denominado “cementerio de proyectos”.

 

 

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