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miércoles, abril 24, 2024

Peña Gómez dejó clara ideología anti reelección, también para Abinader

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Cuando el triunviro de triste recordación Donald Reid Cabral se situó en el Palacio Nacional, en base a la criminalidad de un golpe a la democracia, estaba repitiendo la misma aventura de ansias de Poder de los apellidos ricos de siempre. Y la respuesta que se le dio a esas ambiciones fue la guerra fratricida a la que siempre conduce el continuismo presidencial.

“Si Reid Cabral no hubiera dado notaciones claras de que deseaba continuar en el Poder, en este país no se hubiese desencadenado una revolución popular que fue usada como pretexto para intervenir nuestro país y reforzar la influencia norteamericana sobre nuestra nación”. El razonamiento es del doctor José Francisco Peña Gómez.

Hoy, cuando los apellidos encadenados al de Reid Cabral están plenamente situados en el Palacio Nacional y tienen el control del actual Gobierno, ya no tienen que promover golpes contra la institucionalidad, porque ellos son la continuidad.

Que Luis Abinader y su PRM no se pronuncien militantemente contra la reelección hace que muchos se muevan a sospechas. Los aplazamientos para una definición no tienen justificación. La población está a la expectativa, observando. Y Abinader, un demócrata hasta prueba en contrario, debiera de encontrar quien le recuerde que una “Jornada del Silencio” obligó al déspota Balaguer a aprobar la no reelección en la reforma constitucional de 1974. Aunque terminara desoyéndola.

Vigencia de Peña Gómez

Un principal problema que se interpone a tan normal pretensión de definirse contra el continuismo presidencial es el de que en el PRM no queda ni rastro de un liderazgo partidario y político. Eso hace que el PRM ande sin brújula.

Juan Bosch y Joaquín Balaguer
Juan Bosch y Joaquín Balaguer

El doctor José Francisco Peña Gómez, líder máximo, astro con luz propia, dejó clara la que debió ser, ya, una ideología contra la reelección presidencial. Siempre afirmó que no hay peor daño que ese para la democracia y el desarrollo de la Patria.

Con su postura, Peña Gómez se impuso en su propio Partido Revolucionario Dominicano (PRD), estando en el Poder o fuera del Poder. Venció, incluso a Joaquín Balaguer, paladín de la marrulla del reeleccionismo oportunista, sin el que nunca podía vivir. Hasta que Peña Gómez lo doblegó, en 1994, obligándolo a renunciar a dos de los cuatro años de reelección, obtenidos con trampas, violencia y represión. Balaguer tuvo que resignar dos años del período presidencial, y tuvo que aceptar una reforma constitucional prohibiendo la reelección. Aunque sus fieles seguidores del desastre, en el reformismo, y luego en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), renegaran al sistema anti reelección, burla que les está costando el descrédito, el fraccionamiento grupal y la definitiva salida precipitada del Poder.

Anti reelección, para PG, un credo

Peña Gómez siempre tuvo presente que, en base a un historial de lucha desde el exilio, el PRD impuso la no reelección en su Constitución de 1963. Constitución violentada. Hecho que generó una guerra sangrienta entre bandos, en el país, cuando la población tomó las calles para evitar la permanencia en el Poder, de los hijos de la caverna criollos, y de las fuerzas extrañas del Departamento de Estado del gobierno estadounidense vestido con tanques, ametralladoras, botas y armas mortíferas de todo tipo.

Fue entonces, en 1966, cuando Balaguer presidente de nuevo, bajo el peso de una ocupación militar, devolvió el país al túnel oscuro del reeleccionismo.

Hoy, cuando se intenta repetir las penosas hazañas de violación de los principios, colando la irresponsabilidad de un fútil debate a lo interno del PRM que gobierna, tiene plena vigencia aquella repetida advertencia de Peña Gómez: “Estos son los responsables del retraso del país en obtener definitivamente la alternabilidad democrática”. En 1974, se reimpuso el reeleccionismo, “fuente de las mayores tragedias políticas de este país”.

Peña Gómez predicó, para evitar confusión, que el presidencialismo en la democracia es distinto al régimen parlamentario, en el que se revoca la principalía del primer ministro en un parlamento, sin tener que acudir a elecciones generales. “Nuestros peores tiranos se han montado y galopado en la reelección, para imponerse en el extraviado camino de la represión y entrega de la soberanía a extraños”, dejó lapidariamente consignado.

El recorrido fehaciente

Sólo un partido fuerte obliga a los tiranos a disciplinarse en la democracia, exponía Peña Gómez como razonamiento concluyente.

Recordaba un rosario de desgracias provocadas por distintos sátrapas reeleccionistas. La lista la encabezó para siempre, hasta concluir en Trujillo y Balaguer, el dictador Pedro Santana, desleal a los intereses de la sociedad como el mejor ejemplo de infortunio. Trampeó para introducir un dictatorial artículo 210 a la primera Constitución de la República, y concluyó en el suicidio, aislado en una habitación oscura de su hogar. Santana intentó barrer con cada uno de nuestros patricios, inmolándolos en su patrimonio principal que fue el paredón de fusilamiento para sus contrarios. Su cadáver debió de ser sepultado a escondidas en el patio de la fortaleza Ozama.

Horacio Vásquez y Rafael Leonidas Trujillo
Horacio Vásquez y Rafael Leonidas Trujillo

Ulises Heureaux (Lilís), violador de los principios democráticos del Partido Azul, cayó fulminado “por una ráfaga certera de su adversario Ramón Cáceres”. Y el mismo Cáceres, en 1911, caería acribillado por sus enemigos, estando todavía en la presidencia, tras modificar la Constitución, en 1908, para pretender su reelección.

Buenaventura Báez, reeleccionista extranjerizante encontró de frente el altivo liderazgo democrático de Gregorio Luperón. Este debió de enfrentar con las armas, también, al reeleccionista Cesáreo Guillermo.

“Es una constante de nuestra historia que los líderes preconicemos unos principios en la oposición y apliquemos otros cuando nos encontramos en el poder, haciendo nuestras, muchas veces, las ideas políticas de nuestros contrarios”, insistía Peña Gómez.

Peña citaba con frecuencia el caso de un demócrata como Horacio Vásquez, quien se desvió para ampliar su período con una modificación constitucional de 1927, que le costó el descrédito y el Poder.

“Aparte de las catástrofes que las reelecciones y el continuismo han causado a nuestro país, de las guerras que han provocado, de las anexiones y las intervenciones, ellas han sido las tumbas políticas de sus patrocinadores, y todos los reeleccionistas han terminado mal sus carreras políticas, derrocados, asesinados o vencidos por la rebeldía de nuestro pueblo.

“La prohibición de la reelección es una cuestión de principios, ella no puede estar supeditada a pugnas internas dentro de nuestro partido, ni a las conveniencias o inconveniencias de las tendencias. Está por encima de nuestras voluntades, porque es una conquista del pueblo”. Así consignaba Peña Gómez su ideología anti reeleccionista.

Contra la ambigüedad

Peña Gómez nunca se daba plazos para pronunciarse contra la reelección y enfrentarla.

No debe haber plazos de días, de años, ni plazos de ningún tipo, aunque vengan envueltos en mutaciones emocionales y altisonantes.

El rechazo a la reelección de parte de un presidente democrático debe ser inmediato, consistente, sin ambages. Su fe anti reelección no debería estar envuelta ni camuflada en aplazamientos. Lógico, si se quiere evitar males mayores a la nación.

Debiera de estar dicho y advertido: todo presidente que arrastre la experiencia del PRD, aunque los medios electrónicos modernos se afanen en construirle una falsa imagen de liderazgo político que no posea.

La reelección es una maldición evitable.

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