El primer síntoma del narcisismo es que las personas que padecen este trastorno de la personalidad no reconocen serlo. Creen ser más grandes que todo el que les rodea, son altaneros, altivos, orgullosos en el sentido negativo de ese término, soberbios en grado sumo, engreídos, airados, arrogantes y egocéntricos.
Padecen falta de empatía. No se colocan en el lugar del otro y sólo lo hacen para apostrofarlo, criticarlo y minimizarlo.
Los narcisistas se caracterizan por estar afectados de una ansiosa necesidad de ser admirados y si no son el centro de atención se van de la escena. Sólo hablan de sí mismos, su personalidad debe ser la referencia de todo lo que se dice y prefieren habitar entre aduladores con docilidad de espinazo probada, para motivar el reforzamiento de su idea de superioridad. Sólo son felices rodeados de focas.
Los narcisistas son egosintónicos, no admiten que su conducta es un problema, por lo que nunca acuden a consulta con los terapeutas, profesionales de la conducta.
Navegan en la percepción de que todo a su alrededor anda bien, que no hay motivo ni razón para cambiar su atropellante proceder.
La empatía es otra cosa que les falta. Nunca hacen uso de este instrumento imprescindible para la convivencia, porque nos permite sentir y pensar como lo hacen los otros, nos conecta con los demás y nos hace potables y nos permite formar parte de la comunidad, del grupo de la manada.
Todos los seres humanos jugamos a ser jueces del carácter de los demás y, casi nunca nos fijamos en nosotros mismos. Siempre buscamos estar debajo de la mejor luz para brillar más que los demás –aunque sea de manera inconsciente-, vamos por la vida diciendo cosas (que creemos) los demás quieren escuchar, a veces sacrificando nuestro propio criterio, tan solo para que nos acepten.
Por lo dicho en el renglón anterior, no es aconsejable aceptar todo lo que vemos y oímos como sinónimo de la verdadera forma de ser de una persona. El único carácter cierto de los seres humanos es el que usa cuando enfrenta la adversidad, cuando trabaja o comparte con los demás.
El narcisista no comparte con nadie, subyuga y se impone, ignorando que los demás sí ven al atropellante cuando llega.
