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viernes, abril 19, 2024

Archivos oficiales y memoria histórica del país

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El presidente Luis Abinader no es Joaquín Balaguer. Éste fue calificado como un personaje protagonista de primer orden en largos períodos de la historia del país, pero al mismo tiempo, enemigo de que la historia comprobara esa condición con pelos y señales.

Abundan las narraciones peyorativas que testifican lo que Balaguer hizo con muchos de los vetustos papeles colocados en cajones en los sótanos del Palacio Presidencial.

Balaguer y algunas gentes de las suyas que lo acompañaron en distintas ocasiones en su labor de protagonista de la historia nacional, se encargaron, también de intentar borrar la historia de sus hechos. Robaron, destruyeron, desaparecieron, parte importante de esos archivos oficiales palaciegos.

Abinader no es Balaguer. Este presidente, apenas empezando a gobernar ha preferido despejar los espacios de los sótanos palaciegos, para que haya un lugar amplio para colocar los vestigios de su propia huella como gobernante.

Ha preferido entregar los papeles que testifican 36 años de la historia nacional, sumamente importantes, para que los investigadores se reposen y recojan, ahí, la huella de los hechos para elaborar sus crónicas de manera científica. Abinader entregó al director general del Archivo Nacional, Roberto Cassá, quien los recibió en sus manos, el compromiso de organizar y guardar con celo y mucha seriedad tan importantes documentos.

Los testimonios de la tiranía de Rafael Trujillo, desde 1930, y los períodos sucesivos, hasta 1966, muy sensibles, puestos en blanco y negro en los papeles entregados a Cassá por Abinader, son cosa importante. Muy importante, porque contienen el asiento de nuestra historia.

Abinader no secuestró esos papeles históricos para arbitrarlos a su interés. Los sacó del lugar en que estaban y los entregó a quienes se considera celosos guardianes de la historia.

Ahora, bien. ¿Dispone el Archivo Nacional de todos los recursos para que esos papeles vírgenes no se dispersen, no caigan en manos mal intencionadas y mañosas, egoístas, y dañinas?

El pueblo dominicano adolece de una deficiencia grave que afecta su desarrollo cultural: no conoce su propia historia, porque no se la enseñan adecuadamente, de manera científica, en las escuelas. Eso es un hecho palpable.

Esa situación impide que los dominicanos seamos capaces de proyectar de la mejor manera lo que será nuestro porvenir. Y como es lógico, nos equivocamos con frecuencia. Repetimos hechos lamentables por puro desconocimiento e ignorancia.

Si la acción de Abinader al sacar esos documentos de donde estaban para mandarlos a un mejor resguardo va a contribuir a su preservación definitiva, y no a su disolución, hay que saludar la decisión.

En esos archivos oficiales descansa parte de la memoria nacional. Eso es todo.

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