Este país nuestro no se va a acostumbrar nunca a presenciar impávido la reiterada aparición de bestias con efigie humana.
Nos referimos al espectáculo deprimente e insufrible de ver a seres humanos arrasando en caminos y callejones con la inocencia indefensa.
Seres humanos comportándose como bestias de la peor calaña, a las que sólo falta que se coman a nuestros niños y niñas picoteados en pedazos sangrientos, tras abusarlos y asesinarlos en una danza macabra que no termina.
Se está dando con demasiada frecuencia que estas bestias a que aludimos secuestren niños y niñas, tras abusarlos en ceremonias de arrebatos de lujurias animalescas. Los violan y asesinan. Son nuestros Drácula moderno. Y con frecuencia hasta lo anuncian y denuncian, dejando boquiabiertas a las mismas autoridades que en medio del desconcierto por falta de información y tecnologías para contenerlos, a veces, dejan pasar los casos. Y esa situación, produce un resquemor impotente.
No hay autoridades represivas, indagatorias pertinentes, vigilancia cultural adecuada, para deshacer estas prácticas, que decimos, ya son reiteradas.
La República Dominicana no puede ser una sociedad bestial, presa de los impulsos de la selva más horrenda. Y sólo queda implorar que alguien haga algo para impedir, controlar, esta animalesca práctica demencial de estos actos, ya tan frecuentes.
Revelémonos.
La inocencia de nuestros niños y niñas lo merecen.
No permanezcamos impávidos.
Ericémonos.
Hagamos algo, aparte de encomendarnos a Dios, que ya esto, lo estamos haciendo.
