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viernes, marzo 29, 2024

Cojan ejemplo, señores

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La gran nación del Norte, Estados Unidos de Norteamérica, no debe de albergar temor alguno. No hay posibilidades de que República Dominicana, ni nación alguna a la que el Ejército de Estados Unidos le haya pasado por encima con la bota militar, haga lo mismo en estos momentos con Norteamérica.

Esto a propósito del caos desatado en Washington, la capital de esa nación, cuando un raro espécimen llamado Donald Trump, llevado a la Presidencia de ese país tras múltiples maniobras electorales arbitrarias, después de cuatro años de esfuerzos, ha logrado el desbordamiento de las pasiones.

Pero Estados Unidos de Norteamérica no debe temer que República Dominicana ni nación alguna los invada para tomar el control de la situación de su desorden.

La Cancillería dominicana, dígase el Ejecutivo, a lo más que puede llegar es a “condenar los actos de violencia ocurridos”. Actos de violencia, no asalto terrorista, en el Capitolio de EEUU. Y de paso saludar su gran tradición democrática. Insiste nuestra Cancillería, dígase el Ejecutivo, en hacer el más enérgico llamado al cese de la violencia, que no asalto terrorista, y a la transferencia pacífica del poder.

Ah, tal vez, pidamos a la Organización de Estados Americanos (OEA) que por lo menos firme el comunicado dominicano sobre el caso actual en Norteamérica. No juegue, Magino.

Muchas naciones débiles en poder militar y prisioneras del subdesarrollo y la impotencia, pudieran asaltar a los Estados Unidos y alegar que ellos no pueden controlar e imponer el orden con sus propias reglas, cuando un presidente impone el desorden y la deshonra para toda la Nación.

Y deberá servir a todos los países y sus gobernantes que adocenados se confiesan dóciles y obedientes, sin que nadie haya legitimado sus acciones, a cualquier estrategia del Departamento de Estado norteamericano.

De manera curiosa, las circunstancias que se están desarrollando en Norteamérica, cuando desde la Presidencia se resisten a entregar el mando perdido en elecciones organizadas por el Poder, esa misma Norteamérica condena que en Venezuela, organicen su vida y resuelvan sus problemas según sus propias reglas. Y el mundo y los seguidores de las maniobras subyugantes de los gobiernos norteamericanos se unen en coro para deslegitimar el tipo de soberanía que los pueblos quieran darse. Incluida nuestra Cancillería, dígase nuestro Ejecutivo.

Los tiempos están cambiando, sin embargo. Cada vez de manera más clara, Estados Unidos de Norteamérica está en menos condiciones de imponer sus reglas para su propio beneficio.

Y que esa realidad de Estados Unidos de Norteamérica sirva de ejemplo a quienes actúan en el ámbito de la política internacional como si nada estuviera cambiando.

Cojan ejemplo, señores. Vivimos en el back yard de Norteamérica, pero no tenemos que resignarnos a ser su letrina.

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