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jueves, marzo 28, 2024

Días de acuerdos, dictados y requisitos curiosos

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Vivimos una época de cambios prometidos, esbozados unos, y forzados por las circunstancias, otros.

Los cambios forzados por las circunstancias no es necesario siquiera enumerarlos, ya que los llevamos encima quiérase que no. La insalubridad y la incompetencia para enfrentarla nos están encadenando. Somos prisioneros de lo inopinado.

Pero hay cambios que se están preconizando y dictando como si tal cosa. En eso destaca el actual Ministro de Educación, y pasado militante del sindicalismo y gremialismo magisterial, de donde saltó a la cúpula partidista y política al estilo nuestro. Dígase su nombre: Roberto Fulcar, de quien lenguas viperinas dicen que quiere ser presidente de este país. Todavía son simples decires que algunos creen ya son respaldados por síntomas ya perceptibles.

Fulcar, aprovechando la conmemoración de un nuevo aniversario de la muerte del hombre más robusto de moralidad que ha parido nuestra tierra y nuestro entorno, acaba de dictaminar: “Nadie obtendrá un título de bachiller en la República Dominicana, si no reúne el requisito de saber recitar (cuando menos, ¿o también, cantarlo?), el Himno Nacional.

Decía un periodista jocoso de los nuestros, a todo lo extenso de su columna diaria, que ese mismo Himno Nacional debiera entonarse a cuerda de guitarras, y también hacerlo bailable, ¿a ritmo de merengue urbano?

Decimos que es un dictamen curioso, porque el ministro Fulcar ha embadurnado su mandato de un clamor resucitado para que estableciendo que el mismo sea parte de la nueva enseñanza de moral y cívica, en las escuelas.

La idea, no es que sea mala. Lo malo es que esos mismos bachilleres, sobre todo, en estos tiempos de enseñanzas virtuales, aunque desconectadas de los modem y las fibras ópticas necesarias, no saben tararear bien el abecedario de la lengua materna.

Como todo se está enarbolando en nombre de la memoria de Juan Pablo Duarte, si los muertos pudieran hablar, tal vez preguntaría este muerto que no ha muerto ni morirá, qué ha pasado con los fundamentos que él mismo escribió a mano, para que se diera cuerpo a la primera Constitución de la República que soñó y logró.

Estamos hablando de la repetición memorizada del Himno Nacional, como condicionante para el Bachillerato. ¿Sería posible recitar el Himno Nacional sin saber de memoria el Juramento que dictó Duarte a los de su Partido Trinitario, ese mismo que debían firmar con sangre extraída de sus propias venas?

Busquémosles otra tarea menos fácil a los burócratas del Instituto Duartiano, por favor.

Lo cierto es que ya el ministro Fulcar empezó campaña por todos los medios posibles para lograr su objetivo, financiándola con fondos de su abultado 4% del Presupuesto Nacional que tiene en sus manos. Nos referimos a la campaña para enseñar el Himno Nacional a los estudiantes, si es que desean graduarse de bachilleres. No nos referimos a ninguna otra campaña, por supuesto, sino a las motivaciones de su propuesta en nombre del egregio Juan Pablo Duarte.

¡Oh, Duarte, que no remuevan de tal forma tus cenizas!

 

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