No hay dudas que la pandemia del coronavirus deteriora las condiciones socioeconómicas del pueblo dominicano y del resto del mundo.
Esta afirmación constituye una perogrullada, es algo que se comprueba, a cada instante, pese al interés de las autoridades en inyectar optimismo en medio de esta crisis cuyo final nadie se atreve a pronosticar.
Millones de ciudadanos han perdido sus empleos en el país y en el mundo, mientras miles mueren diariamente por el COVID-19, un panorama desolador que jamás se había visto en estos tiempos.
En medio de ello, no hay día que la prensa no nos informe sobre el movimiento alcista en los precios de los alimentos, sobre todo de primera necesidad.
Las autoridades deben dar una mirada a los supermercados, a los comercios mayoristas y detallistas para determinar qué sucede en estos centros que muchas veces sin justificación se producen alzas de los precios, en los que muchos consideran que el agiotismo no deja de estar presente.
Ahora los panaderos anunciaron un incremento en los precios del producto, que es básico en la dieta del dominicano.
Cualquier incremento, por ínfimo que sea, en los precios de este producto es significativo, y más en medio de esta pandemia.
Las autoridades tienen la palabra frente a estos incrementos de precios, si tienen que autorizar momentáneamente importación de alimentos, que lo hagan, pues con la comida no se puede permitir que sus precios pendulen arbitrariamente.
El propio Jesús en la oración que enseñó a sus discípulos reconoce la importancia del pan cuando pide al Padre: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Con el pan no se juega.
