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viernes, abril 19, 2024

Fulcar, Fulcar, “take it easy…”

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El ministro de Educación Roberto Fulcar está destinado a manejar el 4 por ciento del presupuesto nacional.

Y uno supone que ese ministrazo para administrar todo ese dinero, no sólo debe ser modelo de decencia y transparencia administrativa.

Uno entiende, asimismo, que Fulcar, todo un doctor, debe asumir una conducta decente y sobre todo, respetuosa de la Constitución de la República, y del amplio concepto de libertades que ese documento, que ya fue considerado “no más que un pedazo de papel”, lleva en su contenido total.

Fulcar debe cuidar, como nadie, considerando su titularidad oficial, debe de cuidarse como si fuera el “primer maestro del país”.

Fulcar debe de ser modelo de respeto a las libertades que la democracia garantiza, ya que, gracias a ese sistema democrático, él mismo es un ministro de primer orden, con buen sueldo. Y con mayores responsabilidades.

Ahora mismo, está en marcha con bombos y platillos, y con la figura de Fulcar, diríamos que entrecomillada por los amplios y extensos espacios promocionales que ocupa en esta estrategia que se ha dado en llamar “Aprendamos en Casa”. Cartilla a la que están obligados acudir con asiduidad, no menos de tres millones de personas, entre alumnos y maestros.

¿Por qué hay que permitirle a Fulcar que incluya en su obligada cartilla de educación a distancia, una promoción condenatoria de países como Cuba, Venezuela y Nicaragua?

Hasta el día en que fue impresa y distribuida la tal cartilla instructiva de los estudiantes de sexto curso, República Dominicana mantenía relaciones diplomáticas y comerciales excelentes, por lo menos, hacia el público, con Cuba, Venezuela y Nicaragua. Tres países hermanísimos de la República Dominicana, que deben ser incluidos, algunos con rasgos de agradecimientos, en toda cartilla que enseñe historia a nuestros maestros y estudiantes.

Agravaría el caso que Fulcar se haya tomado esas prerrogativas para condenar a esos países y sus regímenes de gobierno, y que haya acudido a manos extrañas, pagadas para impulsar ese combate ideológico que a los dominicanos no nos debe importar. Por lo menos, no nos debe importar como parece lo ignora este Ministro. Esos países y sus gobiernos, merecen todo el respeto. Y si lo hacemos así, respetándolos, ganamos respeto ante el mundo.

Pero, además, ¿por qué Fulcar tiene que incursionar en senderos que no son de su incumbencia como ministro de Educación, cuando en el país, ese tipo de alusiones condenatorias sólo están autorizadas, siempre en el marco de lo que le ordena la Constitución, a la figura que maneja las relaciones internacionales (el presidente Luis Abinader), por lo que Fulcar obligado a poner atención a tantas otras cuestiones vitales, en estos momentos, debe cuidarnos.

Hemos estado pasando por alto otros deslices resaltantes que hemos notado en la conducta de Fulcar, desde que lo sentaron por decreto presidencial en el Ministerio de Educación, con mayor cantidad de dineros que cualquier otro ministro.

Al señor Fulcar, lo exhortaríamos a que tome los asuntos oficiales puestos en sus manos, con mayor suavidad, con más vigilancia, supervisión y tacto.

Para decirlo en el lenguaje del Departamento de Estado Norteamericano: “Fulcar, take it easy…”

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