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viernes, abril 19, 2024

La corrupción es perversidad, no cultura

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Si es cierto o no, que lo indague otro y que con los resultados de su indagatoria invente la más inverosímil de las teorías. Otras convicciones, que no la de la corrupción, están sedimentadas en la conciencia nacional, desde siempre. Si no fuera así, la República Dominicana se hubiese desintegrado, hace mucho tiempo.

Negamos rotundamente que la corrupción sea, siquiera parte, de la cultura nacional. Sí, dejemos establecido que la corrupción es perversidad de la peor.

La corrupción es, más bien, una consecuencia de “liderazgos” (así, entrecomillado), “liderazgos” perversos. La corrupción es la huella de lo inescrupuloso y de lo insensato para dañarlo todo.

Lo que pasa es que como establecen las sagradas escrituras, “los hijos de las tinieblas son más hábiles que los hijos de luz”. Y se hacen sentir como si fueran la única existencia.

Actualmente, el país acaba de vivir, o mejor, está viviendo, uno de los períodos más dañinos de su historia de todos los tiempos. El liderazgo de las tinieblas, el liderazgo perverso, logró entronizarse por encima de los sentimientos más nobles de la sociedad.

Se hicieron tan fuertes esos liderazgos que no permitían el tránsito ni de los rayos del sol más fulgurante. Llenaron de tinieblas tenebrosas todo nuestro horizonte. Por pura perversidad.

Se empeñaron en el esfuerzo de hacernos creer, a nosotros y a todo el mundo, que la corrupción que los asfixia es una cultura autóctona. Y no es así. Es la cultura de los perversos.

Ahora, en los tribunales inusitados y justicieros que asoman, y que los corruptos nunca soñaron y con los que ya empezaron a estrellarse de frente, a chocar sus sienes sucias y sus garras, tendrán que rendir cuentas.

Claro, no es de dudar que, en esos mismos tribunales diafanizados, asome la corrupción. Porque la capacidad de dañar del peso y del dólar, no tiene límites. En esos tribunales nutridos con una sabia insospechada, habrá de demostrarse que aun apareciendo en su seno propio seno la perversidad llamada corrupción, promovida por los mismos enjuiciados, la corrupción no es cultura nacional. No es cultura nacional. Es cultura de la perversidad de los perversos de siempre.

Fue perversidad cuando nuestro Juan Pablo Duarte se empeñó en fundar esta Patria. Y cuando nacieron los riquísimos apellidos negociando con tiranos que les cedían las tierras del país a cambio de préstamos onerosos, perversos. Y cuando el perverso Rafael Trujillo expoliaba a sus semejantes. Fueron perversos quienes se adueñaron de las riquezas expoliadas por Trujillo, los mismos apellidos que siguen siendo ricos, inspirando nuevas perversidades de nuevos ricos. Se muestra con facilidad que la corrupción es perversidad de la peor, pero nunca una cultura de la Nación.

Un soplo de acero asoma en el horizonte de la República Dominicana. Tribunales justicieros ya empezaron a sacudir la falsa creencia de que la corrupción es cultura nacional.
Dios bendiga la nueva Justicia. Todavía hay esperanzas de que prevalezca la cultura de la decencia.

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