A seis décadas de la desaparición física del tirano Rafael Leónidas Trujillo, quien gobernó el país durante 30 años como un feudo personal donde su voluntad se erigía en los hechos, los dominicanos permanecemos sin ingresar al concierto de naciones que profesan una real democracia.
El 30 de mayo de 1961 cayó ajusticiado, en lo que hoy se conoce como autopista 30 de Mayo, el sátrapa, pero no el trujillismo, que con toda su carga sociológica, política y de miedo campea por las instituciones, se derrama por campos y ciudades.
En pocas palabras, Trujillo, sus familiares y sus secuaces desaparecieron del escenario nacional, pero aún perviven sus formas de pensar, su método de dirigir la nación y de actuar en la sociedad, claro más estilizados, pero trujillismo al fin.
Desde el 30 de mayo de 1961 los dominicanos emprendimos el camino hacia la transición democrática, pero el trujillismo sin Trujillo y sus secuelas nos impiden avanzar a esa meta.
En ese lapso, desde 1961 al 2021, hemos visto un golpe de Estado, una guerra civil, un gobierno autoritario, inobservancia de nuestro entramado legal, conductas abusivas de nuestras autoridades y otros hechos que nos recuerdan la llmada Era.
En fin, nos falta un largo trecho para superar el trujillismo y ello se logra con educación ciudadana, para hacer consciente a cada hombre a cada mujer de los derechos que les asisten y con el complimiento estricto de las leyes por nuestras autoridades.
El mejor aporte que podemos dar a la nación en este nuevo aniversario de la caída del llamado Padre de la Patria Nueva es superar esos métodos, que sin dudas constituyen unas de las taras que impiden que los dominicanos levemos ancla y llevemos la nave nacional a puertos de desarrollo.
