El presidente de la República Dominicana es la figura máxima en responsabilidades en este país, como lo es en cualquier otra nación organizada bajo el amparo del llamado sistema democrático representativo.
El nombre del presidente es Luis Abinader.
Y esta figura es tan importante que su seguridad física y total, expone la seguridad total del país. Tan así, que el mismo sistema establece que debe de haber un suplente inmediato sin mayores responsabilidades institucionales que la de suplir al Presidente cuando se deba ausentar de manera momentánea o definitiva, según las circunstancias, mientras tenga sobre sus hombros esas responsabilidades.
Es por eso que cualquier eventualidad, por pequeña que parezca, si pone en riesgo la seguridad de Luis Abinader, llama a la atención y la curiosidad, aunque no pase a circunstancias mayores.
Este Abinader, nuevo presidente dominicano, es tan nuevo que no agota el mes en ese cargo. Y es posible que no entienda a cabalidad lo que significa su seguridad personal para la nación dominicana.
Pero le ha dado por convertirse en un viajero empedernido. Rodando por carreteras y caminos, sin mayor explicación dada que no sea la de estar cerca de la gente que lo votó. Y también de la que no lo votó para el cargo.
Un viajante como Abinader se expone a todos los riesgos del viajante. Riesgos de carreteras y vehículos todoterreno. Es evidente que una figura tal debe de estar cubierta de todo riesgo que exponga su seguridad personal. Igual que cuando hace los recorridos que tanto le gustan, por avión o por barco.
No se trata de un juego. El primero en estar al tanto de que de su seguridad depende la seguridad del país, del orden que no puede ser interrumpido, tiene que ser el presidente Abinader.
Eso de que a la yipeta en que viajó Abinader a zona tan apartada y escabrosa como la Línea Noroeste se le pincharon dos llantas de manera simultánea, resulta curioso.
Y esa curiosidad debe de ser una alerta.
¿Está siendo bien atendida la seguridad del presidente Luis Abinader?
Cuidado con eso.
