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jueves, abril 25, 2024

Santana, Medina, y Luis Abinader, mientras febrero avanza

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Oh, qué bueno. Luis Abinader sentenció que no permitirá que en el país surja y se establezca un nuevo Pedro Santana. Claro, lo dijo en tiempos de campaña proselitista, en julio de 2019.

Esa vez, Abinader repudió también, la memoria de Rafael Trujillo, y de Ulises Heureaux.

Al hablar, entonces, levantaba sobre su cabeza y ante el público, un cartel con los colores de su Partido Revolucionario Moderno (PRM), en el que promovía el “respeto a la Constitución”. Abinader no quería dictadura en este país. Ahora, como presidente, es de suponer que sigue odiando todo lo que huela a dictadura.

Abinader quería resaltar con sus aprestos electoralistas que, se oponía al interés manifiesto y a los pujos del entonces presidente Danilo Medina, para imponer una reforma constitucional reeleccionista, por la que éste se moría de ansiedad.

Abinader quería, y sigue queriendo que, se contrapusiera su figura, su pensamiento, con los de Medina. Aunque Medina era y sigue siendo una figura oscura. Bueno, no tan anodina para los tiempos que vivimos.

Trujillo, uno de nuestros demonios repudiados por Abinader en tiempos de campaña, se entretenía en sus intentos por resaltar la figura Pedro Santana.

Trujillo contraponía a Pedro Santana, el muy estúpido, impulsado por consejeros cínicos y no menos estúpidos, a la excelsa figura de Juan Pablo Duarte.

Claro, detrás de Trujillo siempre estuvo el intelecto de Joaquín Balaguer, admirador y promotor de la inmortalidad de Santana como un retorcimiento cínico de sí mismo, y de sus fantasías de falso demócrata.

En 1956, por orden de Trujillo, el periódico El Caribe promovió una encuesta entre intelectuales e historiadores del país, para que expresaran opiniones sobre lo que la tiranía consideraba heroicidad de Santana en las escaramuzas frente a haitianos en Azua y Las Carreras. Los resultados de tal consulta fueron recogidos por Ramfis Trujillo, en 1957, quien ordenó editar los resultados de la encuesta. Nunca se publicó el resultado de tal encuesta, porque, aunque el diario lo imprimió y se ordenó su circulación, se dio una contraorden.

La burguesía, junto a la iglesia, comerciantes y pequeños propietarios, siempre respaldaron la idea del anexionismo a España, bandera por excelencia de Santana. O a cualquier otra bandera. Santana era un anexionista y entreguista enfermo.

Santana pugnó por la defensa de la separación de Haití, pero a favor del retorno al colonialismo bajo protección de Francia o España. O de quien fuera.

El intento de sacar esas cenizas de Santana del Panteón pasó como resolución por los diputados y no le hicieron caso.

Un proyecto de Ley aprobado perimió en el Senado en el 2019, y ahí, no se ha hablado más sobre eso.

Santana estableció en su testamento que los sembraran definitivamente en El Seibo, el 18 de diciembre de 1852: «Es mi voluntad que mi entierro sea hecho humildemente y sin ninguna pompa: y si falleciere en esta ciudad, recomiendo a mi familia y albaceas que adelante nombraré, de hacer las diligencias posibles para que mi cadáver sea sepultado en el mismo lugar en donde se hallan depositados los restos de mi legítimo hermano Ramón Santana”.

Es un reto para Abinader. Con un decreto a su firma nos complace a todos justificadamente. Las cenizas de Santana, fuera del Panteón y de regreso a donde el ordenó: al Seibo. Lejos de los Trinitarios fundadores de este país.

Es una plegaria, señor presidente Abinader. Ahí, no hay riesgos.

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