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viernes, abril 19, 2024

Impacto de una experiencia inserta en el futuro del peruano Pedro Castillo

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Al descender del aparato de Dominicana de Aviación, tras su aterrizaje en el aeropuerto de Lima, Perú, se recibía el masaje de un aire que era familiar.

Lima estaba arropada por aires como los de San Salvador, Manaos, ya en Brasil, y Brasilia, o Río de Janeiro.

Los aires que masajeaban el rostro de los integrantes del grupo de viajeros oficiales, junto al presidente dominicano, Salvador Jorge Blanco, eran los mismos recibidos en Buenos Aires, Argentina.

Desde los altos del espacio recorrido de ida y también de vuelta sin escalas, sería una percepción similar. Eran los mismos aires que traíamos impregnados, desde Anto Domingo. América Latina estaba presente en Lima, Perú.

La caravana oficial saldría de las rampas aeroportuarias y tomaría la ruta hacia el Hotel Hilton de Lima.

En el subconsciente de los viajeros estaba prendida la imagen vendida por la prensa. Lima era un manojo de pueblos atrapados por el temor a los actos violentos de Sendero Luminoso.

Estábamos preparados para acompañar al nuevo presidente peruano Alan García, sin sospechar  que con los años, este terminaría en la agonía de un suicidio, como tantos otros vividos en capitales latinoamericanas.

A través de los cristales de los vehículos en caravana, el aire acondicionado que nublaba la respiración de los pasajeros, no impedía ver al limeño que abordaba las guagüitas voladoras, con su cobrador colgado de las puertas traseras de estos vehículos. Eran auténticos peruanos, con su pelo lacio y su piel de aborigen, recogidos desde los contenes de calles llenas de basuras y descuidos.

Y no estábamos en Santo Domingo, sino en Lima. Pero era lo mismo, al medir la rutina del usuario del transporte público.

Lima era Santo Domingo, era San Salvador, Manaos, en Brasil, y Brasilia, o Río de Janeiro, y Buenos Aires.

Esos aires citadinos que ahora ha mezclado Pedro Castillo en Lima con los aires desheredados de Los Andes y la Amazonia, ya estamos preparados para respirarlos.

Que Pedro Castillo pierda cuidado. Todos estamos preparados para entender lo que encontrará en su trayecto presidencial, sea corto o largo, o del tamaño que le es preciso.

Perú es un gran país y merece la paz, en el marco del desmoronamiento de la miserable vivencia a que hemos sido forzados en Latinoamérica: en La Paz, Bolivia, en Caracas, Venezuela, en La Habana, Cuba, en Nicaragua, en Ciudad México, en Puerto Príncipe, y hasta en San Juan de Puerto Rico, en Tegucigalpa, Honduras, en San José, Costa Rica, en Bogotá, Colombia, en Panamá, Panamá.

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