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viernes, marzo 29, 2024

Ir a Marte sin aceptar la homosexualidad

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Mi curiosidad por entender la naturaleza humana me llevó estudiar el ser humano en todas sus dimensiones desde la Antropología en la Universidad Complutense de Madrid y como profesor visitante a la Universidad de Durham en Inglaterra en el Departamento de Antropología también.

Hoy, es noticia, que se discuta en Hungría, un país de Europa, si se debe o no, permitir la homosexualidad en las escuelas y que Carl Nassib sea el primer jugador de la NFL, sea aceptado oficialmente como homosexual

Ninguna de las dos cosas debería ser noticia, si los humanos hubiéramos aprendido verdaderamente que la naturaleza misma enseña que las plantas se multiplican por dos vías: una asexual y otra sexual. En la primera las plantas se copian a sí mismas vía subterránea o por la superficie y en la otra el órgano masculino, que es el polen, tiene que llegar al ovario de la flor por insectos o por la brisa.

La naturaleza, no juzga. Los humanos sí. Por cierto, bastante contradictorios son nuestros juicios. De un lado proclamamos que Dios creó a Adán y luego se dio cuenta que se había equivocado y de las costillas le sacó a Eva para que tuviera sexo. También que tuvieron dos hijos y uno de ellos fuera asesino del otro. Esa creación tan caprichosa de la existencia nuestra no quiere aceptar que una parte de nosotros nacemos con atracción sexual por miembros del mismo sexo.

He accedido a encuestas que dicen que en Brasil muestran al 10% con esa inclinación en Australia el 8%, en Calgary, Canadá, 15% en Dinamarca el 2.7% en Chicago USA 10%. O sea, voy a decir que probablemente no exagero si digo que el 3% de la población mundial tiene esa inclinación. Es decir 231 millones de personas.

Esa parte de la población del planeta que no acepta esa realidad, quiere desconocer el hecho de que ninguno de nosotros que somos heterosexuales, no lo somos porque en algún momento de nuestra existencia tomamos una decisión de ser interesados sexualmente por el otro sexo, sino que obedecimos a una inclinación natural. Lo que pedimos, es que acepten a esos 231 millones y a los dos padres que los procrearon (o sea a esos 693 millones de personas) como que todos tenemos el derecho de obedecer a leyes naturales.

Tendríamos derecho a pedir que se acepte que los africanos tienen el color que tienen por leyes naturales con mucha melanina para protegerse de la radiación solar y sus narices son anchas para que lleguen a sus pulmones aire más fresco y que después que salieron de allí, hacia tierras más frías, por adaptación, se les estrechó la nariz, para recibir aire más caliente a sus pulmones. Igual el pelo rizado de los africanos, es una conveniencia de una cabeza más fresca, como el pelo lacio lo es para más caliente.

Mi frustración surge de que ese ser humano que ahora tiene un conocimiento tecnológico tan avanzado, que se plantea conquistar a Marte a una distancia 140 veces más lejos que ir a la luna, no sea capaz de aceptar la sencillez de las leyes naturales en materia sexual.

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