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viernes, abril 19, 2024

  «Violencia del reduccionismo o el reduccionismo de la violencia»    

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Criterios más científicos que los de la Real Academia, hacen diversas las perspectivas sobre el factor valorativo de la violencia y la agresión, lo cual crea una gran confusión conceptual.

Por ejemplo, los psicólogos seguidores de los planteamientos de Darwin, aceptan el carácter negativo de la violencia, pero exoneran de ese carácter negativo a la agresión, dado que Darwin consideraba que la agresividad es la capacidad de ejercer una fuerza destructiva, necesaria para la conservación de la especie.

Sin embargo, desde la perspectiva del psicoanálisis, la agresividad es una pulsión tan fundamental como la líbido y, como ella, tampoco está (en principio) ligada a un determinado objeto ni, necesariamente, todos sus efectos son negativos.

En tal virtud, son muchos los psicólogos valoran la agresión es la manifestación de la agresividad, una forma de afirmarse uno mismo, que de por sí no puede considerarse ni buena ni mala.

Hemos visto como los distintos estamentos del saber humano otorgan criterios valorativos diversos a los conceptos violencia y agresión, es interesante en esta disgregación de definiciones.

Los mismos cientistas de la conducta –citados en los renglones anteriores- afirman, con redobles de tambores de fondo, que la violencia es una forma nociva de agresión.

En ese tenor, Hacker, ha dicho que la agresión es la disposición de energía humana inmanentes, (constantes) que se expresan en las diversas formas individuales y colectivas de autoafirmación, aprendidas y transmitidas socialmente, y que pueden llegar a la crueldad, mientras que la violencia es la manifestación abierta, manifiesta, desnuda, casi siempre física, de la agresión.

Esa visión de Hacker acerca de la agresividad es la más socorrida en boca de teoricistas embotellados, que incapaces de hacer un análisis profundo de la violencia, la reducen a esos linderos y la acomodan al nivel rasante de su raciocinio y sus conveniencias, y proyectan la sombra de su intelecto y ejercen la violencia del reduccionismo. Pero este no es el caso.

Por ese criterio se habla hoy de agresividad para triunfar en los negocios, en los estudios, en el amor, en el ejercicio de una profesión; resultando ser una alabanza el calificativo de agresivo excluyendo la valoración negativa del término.

El sistema capitalista neoliberal, ha impregnado la idea de que agresión es sinónimo de dinamismo, y que la agresividad es una actividad propia del profesional, del ejecutivo, del gerente, del político, y que violento es el marginado que protesta o que delinque.

Michael Maccoby, en su libro sobre los administradores de las grandes corporaciones, llama a los ejecutivos agresivos “luchadores de la selva”, y pone al desnudo el sadismo con que estos señores buscan derrotar a la competencia mediante prácticas que, puestas bajo la luz adecuada, resultan moral y socialmente inadmisibles.

Hay que admitir que lo que más ha perjudicado el debate, y si se quiere, hasta el análisis sobre la violencia, ha sido la dignificación que han beneficiado las formas de violencia propias de la sociedad capitalista; se la ha establecido como la perspectiva del poder establecido.

Se está creando, conscientemente, el reduccionismo conceptual de la violencia, de tal manera que cuando ésta se ejerce en medio de un hogar, es mala, si la ejerce un marginado que atraca, que roba, que mata, es mala; si la ejerce un oligarca encopetado, de nombre y apellido sonoro, estamos frente a un hombre emprendedor que, por su exagerado dinamismo, ha cometido un error.

No hay que irse muy lejos para entender que lo que se está tomando como objeto de análisis, es decir, la materia violenta que estamos estudiando es el acto contrario o perjudicial al régimen establecido; entiéndase la agresión física individual, la violencia generada por la delincuencia, la violencia del reclamo de los grupos marginales asignados en los cinturones de miseria.

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