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viernes, abril 26, 2024

Donald Trump y una lección desde el primer mundo

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La gran nación del Norte, con su proceso electoral llegado a su conclusión definitiva se acaba de convertir en una gran lección. Gran lección que llega desde lo que llaman primer mundo, como espejo para los chiquitos, el resto del mundo, los que sirven a ese primer mundo como plataforma para la explotación.

Desde cuando llegaron los blancos a lo que es hoy Estados Unidos y Canadá, llegaron y encontraron todo poblado y lleno de riquezas naturales. Era un mundo que no se sabe si era el primero o el último. Esas gentes, como toda la región que era desconocida, estaba poblada por gente de paz, en su mayor parte. Vivían de lo que tenían porque así los había dotado la naturaleza misma.

Y llegó el hombre con camisa. Y fue necesario crear la figura del hombre sin camisa, para diferenciarlo de las gentes que llegaban acostumbradas a utilizar y defender sus camisas.

Sólo sobrevivió la imagen del hombre sin camisa como símbolo para siempre del ser humano que no necesita nada, porque lo tiene todo. El hombre sin camisa es el hombre feliz.

Pues bien, los norteamericanos de Estados Unidos y sus elecciones son la mejor muestra de lo que es el interés del hombre que necesita camisas. Ese hombre que se aferra a los intereses materiales de grupos e individuales. Y en interés de mantener entre sus puños la mayor cantidad de cosas materiales violenta todo y a todos. No hay institución que le sobreviva, siempre que pueda destruirla en favor de su egoísmo tan humano.

Y la gran lección que llega desde el primer mundo es la de que la barbarie no volverá. La de que una nación es grande cuando sus gentes son capaces de entender las cosas que conforman su derredor. Y de entender que lo logrado hay que preservarlo. Mantenerlo, y ponerle el nombre de institucionalidad.

Donald Trump es el símil de los que llegaron y sus tropas barbáricas diseminadas por todo el globo terráqueo. Deberán de entenderlo en forma definitiva, alguna vez.

Donald Trump, rey moderno de las noticias falsas, las “fake news”, no inventó las “fake news”, pese al fatídico uso de las mismas de que ha hecho gala. Sería estúpido y propio de ignorantes atribuir a Trump la paternidad histórica de las “fake news”, y pasarle por arriba a Cicerón y sus Catilinarias, a Plutarco y su lucha contra Pompeyo; a Octaviano llegado a ser el emperador Augusto frente a su enemigo Marco Antonio y las maledicencias contra Cleopatra. Trump no inventa nada nuevo.

Lo nuevo, que tampoco es tan nuevo, vendrá a ser la paciencia y la prudencia de Joe Biden para vencer la maquinaria de las noticias falsas e imponer la voluntad firme de sus admiradores y seguidores, sustentados en la institucionalidad.

Aprendamos la lección que llega desde el denominado primer mundo. Aunque no lo parezca, las instituciones terminan imponiéndose.

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