Llegó febrero. Y no es sólo un día, el 27. Es un chorro de días, horas, y minutos contados uno a uno, con todos sus segundos. El mes de febrero es espléndido, magnífico. Es el espacio de tiempo en que caben todos los lugares y todas las gentes. Con todas sus ilusiones y sueños.
Febrero es un pedazo de tierra sembrado y cultivado con todo lo que necesita un humano feliz para vivir a todo lo ancho de su existencia.
Febrero es el mes que pertenece a lo único que nos pertenece por entero para envidia de nadie. Porque nadie puede envidiar lo que tiene, si lo tiene.
¿Por qué será tan grande Febrero?
Es el mes de la Patria.
¿Y qué es la Patria?
La Patria no se define. Es, como decimos, un pedazo de tierra plural, multidimensional. Un pedazo de tierra sembrado con todo lo que se necesita para vivir feliz hasta morir, y después de morir. Hasta más no poder. Un espacio único para cada quien y para todos.
Hace 177 años que nació esta Gran Cosa, el espacio de todas las oportunidades y donde todo es de todos y de cada uno.
Uno se turba y no encuentra catálogo preciso para encajarla. La Patria es así, de grande. Es tan grande que necesita el espacio de más de un corazón para ubicarla. Necesita cada corazón. Necesita todos los corazones. Pero le sobra espacio para todos los seres de buena voluntad.
Una tira flotando lo dice todo para identificarla con rasgos nítidos: Dios, Patria, Libertad.
Libertad, sobre todo, libertad. Libertad para poder comer, caminar, respirar, trabajar, aprender. Libertad para vivir haciendo desorden, dentro de un orden. Haciendo ruido, pero con propiedad. Libertad para sembrar, cultivar, reír, llorar, abrazarse, o caminar solo.
Libertad para andar desnudo o vestido. Libertad para andar descalzo o calzado. Libertad es el nombre de la Patria que cabe en la boca de todos.
La Patria es el espacio donde nacen todas las fuerzas para repeler a los intrusos.
La Patria es un carnaval pluridimensional y explosivo, desgranado para todos.
Febrero es grande, magnífico. Es el mes de la Patria. El Febrero nuestro lo construyó de manera genial un hombre sencillo, pero magnífico. Insuperable. Eterno.
La Patria la construyó ese hombre tan sencillo, poseído de tan poco egoísmo que hizo su gran obra para todos. Y Él, no se llevó más que el martirio por lo que hizo.
Juan Pablo Duarte era, es, y será su nombre inolvidable porque lo lleva cada quien impreso en su memoria de manera visible. Sólo se confunde con otro nombre: República Dominicana.
Y, todavía permite que lo tuteen, en la eternidad inconmensurable donde vive.
¡Qué grande es este Juan Pablo Duarte!
