La negra Pola, la que le daba a Cheché su amorcito tierno, se le fue. Y Cheché sabía que la negrita Pola le daba to’ lo que él quería: un amorcito tierno.
Y, ahora, se fue Cheché.
Cheché era un músico engreído que estaba envuelto en un amorcito tierno que lo esparcía envuelto en un remolino suave, más allá de Villa Mella.
Su amorcito que le dejó la negra Pola cuando se fue, era un son meloso lleno de sabrosura de merengue.
Y, ahora, se fue Cheché.
Cheché tenía que ser un guardia de línea para poder expandirse como lo hacen los guardias enamorados de una negrita de amor tierno.
Murió Cheché Abréu.
Y tenía que ser de COVID-19. Del COVID que parece se va a llevar todo por delante.
Ojalá, y no se lleve también el COVID-19, el amorcito tierno que mantienen en el ambiente todas las negritas de este país. Como así sucederá a ritmo de son y merengue.
A ritmo de Mangue.
Vete en paz, Cheché. Y déjanos algo de ese amorcito tierno del que no se llevó tu Negra Pola, cuando se te fue pa’ Samaná.
Hasta luego.
Me apena mucho la muerte de este sonero.