Érase una vez, en que el Instituto Nacional de Estabilización de Precios (Inespre) era una panacea contra especuladores y agiotistas que especulan con los precios de las comidas.
Cuando Inespre era eso, los intermediarios del corredor de distribución de las comidas se comían las uñas con sus afilados colmillos, hasta dejarlas en el soquito, de puro enojo. Y eso, que los intermediarios tienen uñas largas, muy largas.
Inespre, entonces, comenzó a ser víctima de fuego de mortero. Como institución robusta para equilibrar los precios de las comidas, era algo insoportable. Inespre compraba a los productores, grandes, medianos y pequeños. Y llevaba sus compras a una inmensa red de mercados y mercaditos en todo el territorio nacional. Los precios de Inespre eran buenos y las gentes los agradecían.
Entonces, los políticos, a la par que los intermediarios, y los comercios de distribución de alimentos a sobreprecios, ambicionaron liquidar al Inespre. Los políticos para montarse en el presupuesto de la institución y hacer demagogia con la distribución de los productos, o robarse ese presupuesto, cuando se lo ponían a su gestión y administración.
Inespre corrió la peor de las suertes. Y los consumidores también.
¿Por qué no rehabilitan al Inespre, en estos momentos?
Pero que sus ejecutivos vistan ropas de labor ardua, en mangas de camisa, no corbatas y chaquetas de marcas en aire acondicionado. ¡Por favor!
Vamos a pujar por Inespre contra los altos precios y la especulación con las comidas. Hagámoslo.
Volveremos sobre tema.
