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viernes, abril 26, 2024

El Estado como botín

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Para que el pueblo tenga una idea de lo que hicieron los dirigentes y funcionarios del Partido de la Liberación Dominicana encabezados por Danilo Medina: todavía hoy, a más de dos meses de la llegada al poder del Partido Revolucionario Moderno, muchos empleados públicos no han podido cobrar sus salarios por falta de recursos, a pesar de los ingentes esfuerzos que hace el gobierno que encabeza Luís Abinader, no sólo por pagarle a todos, sino por sanear la economía y enfrentar exitosamente la crisis sanitaria que afecta la nación.

Señores, literalmente se robaron el país. Dejaron las arcas del Estado vacías. Se llevaron las computadoras con los discos duros para que no pudieran descubrir sus fechorías; cargaron con obras de arte, escritorios, sillas, etc. No cargaron con los inodoros porque no pudieron debido al mal olor de su materia fecal ¡Y no ha pasado nada, aún!

Les cuento: en el Plan Social de la Presidencia, por ejemplo, compraban un millón de sacos de arroz de 125 libras y tenían 90 o 100 libras. Pero no sólo eso: en vez del millón, entregaban 500 mil, pero les pagaban el millón. Y como si fuera poco, era “arroz del malo”. Igual ocurría con las habichuelas y muchos otros productos agrícolas. Los documentos estaban claros. No había huellas del robo.

Pagaban un millón de sacos de 125 libras de arroz, pero sólo tenían 90 o 100 libras. Probar lo contrario, resulta difícil. La complicidad era de los funcionarios y de los intermediarios.

En Salud Pública la mafia funcionaba más o menos igual. El gobierno después de licitaciones amañadas compraba y pagaba una cantidad determinada de medicamentos sobrevaluados, pero recibía la mitad. En documento todo normal, pero en los hechos, no. El delito no se puede determinar fácilmente porque los contratos “no mienten, mienten los hechos”. Una cosa era lo que compraba y pagaba el gobierno, y otra cosa era lo recibido.

En el Ministerio de Educación el gansterismo adquirió formas inverosímiles en la compra de terrenos, equipos diversos, cocinas, útiles escolares, etc. Se compraban millones de textos, pero se recibían la mitad, por ejemplo. Como dijo la vicepresidenta Raquel Peña, el 4% del PIB destinado para la educación, se “convirtió en un negocio inmobiliario”. Campañas electorales presidenciales y congresuales se montaron con ese dinero.

En el Ministerio de Obras Públicas no hubo una obra que no fuera sobrevaluada en más de un 30%: carreteras, puentes, caminos vecinales, asfaltado, etc., etc., tendrán que hablar en los tribunales.

Lo de Punta Catalina –vergüenza nacional por los niveles de contaminación y de sobrevaluación- tendrá que saberse con detalles en los tribunales. Por lo menos eso espero.

Para no cansarlos, no hubo una institución del Estado donde un entramado mafioso no funcionara casi a la perfección. La gente del PLD se las ingenió para depredar el Estado cubriéndose en el Ministerio Público, donde la corrupción no se detuvo nunca, con leyes y reglamentos (como en el Banco de Reservas) que aprobaron en 20 años con el control del Congreso donde también hubo corrupción. De ahí nadie salió del lodo sin enlodarse.

El presidente Luís Abinader ha pedido tres meses para sanear el Estado. He dicho que no podrá en tan poco tiempo. Necesitará –pensé- seis, pero no. En cuatro años no lo habrá logrado, porque el daño ético y moral es más grande que el daño económico. Hay que hacer una revolución cultural para modificar el comportamiento de la gente. Y esa revolución implica un régimen de consecuencias drástico hasta en el tránsito.

El PLD no fue al Estado a servir al pueblo, fue a servirse del Estado y del pueblo, a enriquecerse envileciéndose. Entraron en chancletas y se fueron en yeepetas, helicópteros y aviones llevándose fortunas incalculables confiados en que las mafias que crearon no podrán ser descubiertas, y que la impunidad los protegerá como siempre ha sucedido, porque el “borrón y cuenta nueva” es una constante histórica en la vida política del país.

No sé ustedes, amigos y amigas, pero yo los quiero presos. ¡Y después hablamos!

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